GACETA PSICOLOGICA Febrero 2001
De la historia
Esta historia comienza cuando
el 12 de octubre de 1989 la Lic. Rosa Jaitin, en el local de la calle
Independencia coordinó un panel que formábamos el Lic. Santos Colabella y yo.
Tema:
Aspectos éticos de la práctica profesional. Se desarrollaba la Primera Jornada
sobre Formación Universitaria y Práctica Profesional del Psicólogo. Releo la desgrabación que incluye las preguntas de
aquellos alumnos. Uno de ellos:” ¿Por qué tardamos tanto los psicólogos en
darnos cuenta de ciertas cosas? La no pertinencia del adaptacionismo, la
diferencia entre moral y ética y además ¿por qué se olvidó la ética?” Otro alumno lo respaldó: “Yo coincido ¿Por qué
empezamos recién a plantearnos la cuestión de ética profesional?”
Mi respuesta no fue convivencial con los
fundadores de la carrera ni con los profesores que tuvimos. Hoy continúa siendo
crítica hacia ellos subrayando el conflicto de intereses económicos y de
poderes que se enmascaraban en la intención de abrir un espacio para la Psicología.
Siempre y cuando se mantuviese como “carrera menor”.
Transcurrió el tiempo. Produje textos en los
que sistemáticamente formulé-de modo ingenuo a veces- cuestionamientos éticos.
Y desde 1997 dicto, en una universidad privada -merced a la convicción de David
Maldavsky - Ética y Deontología profesional, como materia de grado y de maestría.
(Para la escasísima introducción a la Ética invité a la Dra. Diana Maffia, filósofa,
feminista, adjunta en Género y Derechos Humanos de la Defensoría del Pueblo.)
Desde el 2000 introduje el tema como Seminario
obligatorio en la Maestría en Ciencias de la Familia que co-dirijo (Univ. Nac. de
Gral. San Martin-UNSAM).En el trabajo interdisciplinario pude apreciar la
distancia que existe entre los planteos éticos que provienen de médicos,
abogados y trabajadores sociales y los que brotan desde los colegas.
Más allá de los aportes que en la APBA implica
un Comité de Ética, y de los artículos que publicaron durante décadas otros
colegas hablando del mismo tema. Y más allá de la tarea una Cátedra dedicada a
la Ética y Derechos Humanos en la Carrera de grado. No se trata de enunciar
estas existencias, (que incluyen otras) sino de pensar en el entusiasmo que
este tema reclama.
Del
por qué
El ingreso cotidiano de la fertilización asistida,
de la eutanasia, de las virtualidades, de las anencefalias y de los cybourg,
por solo citar algunos modelos, multiplicó nuestras horas de estudio y también abrió
el espacio de las éticas como variable nueva.
Los sobresaltos que se encolumnan día tras día
durante la práctica profesional ilustran lo novedoso de los desafíos y las
alternativas que debemos procesar. Asoma una nueva conciencia de los límites e
ilumina un paisaje de valores que sacude la hermenéutica apoltronada.
Paradojalmente, nuestro quehacer no cuenta con
una formación sistemática en éticas. El campo psi implementó esta ausencia en
lo curricular y en las presentaciones académicas. La ética del deseo que nos
ocupa en psicoanálisis sólo es un punto dentro de esta complejidad.
Sin embargo, actualmente, la publicidad de
jornadas y congresos introducen intempestivamente la Ética. Pero tanto el
diseño de los programas cuanto la lectura o escucha de los trabajos nos
advierte acerca de la impureza de sus afirmaciones. El déficit que en materia
argumentación, reflexión, fundamentación y confrontación suelen trasudar los
aportes de algunos colegas se registra cuando sostienen criterios e
interpretaciones en las que se evidencia la aplicación de teorías psicológicas
que no han sido deóntica ni axiológicamente filtradas previamente a su
aplicación. ..
Se registra la carencia de una actitud crítica
respecto de las propias convicciones. Como si fuese suficiente con imaginar:
“yo soy ético/a, luego mis procederes también lo son.”
Este repentino interés por la Ética sería positivo
si aceptamos la desinformación que padecemos, si apelamos a la autenticidad del
no-saber. Ya que no se trata de una asimilación pragmática y veloz de los
contenidos de un manual de ética, sino de un reposicionamiento de la profesión;
que podría incluir exigencias de sentido y entendimientos intersubjetivos que
colaboren en la justificación de los aportes de las ciencias y en la
justificación de lo humano y aun de lo transhumano y lo transubjetivo. Aunque
el emparchado resulte estéticamente corrosivo.
Utilizamos las ciencias histórico-hermenéuticas
que nos permiten reconstruir situaciones históricas personales y atender
selectivamente a situaciones sociales fundamentando juicios de valor, por
ejemplo en Derechos Humanos; pero al mismo tiempo arriesgamos ideologías e
intereses personales carentes de la confrontación que las éticas demandan.
Necesitamos discernir entre la conflictividad
de aquello que nos ocupa en el trabajo y la estructura conflictiva que es la
nuestra, personas que nos entrenamos en acompañar la vida psíquica de los
otros; estructura que demanda pensamiento crítico , plural, polidiscursivo y
actualizado: precisamos enredarnos en las antinomias, oposiciones y
contradicciones intelectuales y judicativas hasta reconocer las incertidumbres;
ante las cuales, la éticas universales tambalean sin dejar de ser necesarias.
Es preciso articularlas con las éticas particulares y con la búsqueda de
consenso, que, como sabemos, es una mera “condición de posibilidad” de la que
solo podemos esperar el surgimiento de un principio regulativo. Que sea capaz
de orientarnos para saber si estamos hablando en términos de ética y de
fundamentación (de reflexión acerca de las normas, la moral, los valores y de
sus diferencias) o si emparchamos calzando la palabra ética para quedarnos
conformes con nosotr@s mism@s
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